El cóndor pasa (y caga preciso desde bien alto)

No confundir, lector. No es la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo donde trunca quedó la captura de pantalla de la carátula de arriba sino la Cámara Nacional de Apelaciones del Trasiego. Así debe leerse y entenderse lo interrupto. Sabrina le hizo el juicio al cóndor, cuyo nombre desconoce, porque ella iba de aquí para allá, inquieta como es, trasiega, en los avistaderos de cóndores cercanos a Bariloche y el animal le cagó desde importantes alturas sobre su rostro. Sip. Así como lo lee. Fue un sorete de importantes dimensión y peso. Ella sostiene que hubo dolo porque fue deliberado el vuelo del cóndor innominado hacia la exacta intercepción de su cuerpo desde aquellas alturas tras salir de su nido y decidir la suelta de sus excrementos, sin pensar las consecuencias de su accionar en los turistas temáticos. «Un cálculo perfecto», le dijo al juez. «Estaba un poco nublado pero lo vi claro caer sobre mi cara porque justo imploraba al cielo por la aparición de algún cóndor. Llevábamos tres horas ahí y teníamos hambre», agregó en su declaración pluralizando su infortunio hacia sus compañeros de viaje. Claro, lo que ella no dice es que estaba gritando un tanto inopinadamente en medio de la precordillera de los Andes y alterando la paz del lugar con tal de conseguir la ansiada fotografía artística digna de alguien que se consideraba un escalón arriba del turista. Para ello había pagado aquella excursión fuera del paquete meses antes de salir de viaje por ese fin de semana desde Buenos Aires. Pero en Buenos Aires terminó la demanda tras rechazársela el juzgado local de Minería. Es porque Dios, ya se sabe, atiende en Buenos Aires, y él viene a ser el tribunal de apelación común entre un cóndor y un humano, vacacione este donde sea o residan donde fuere ambos. No, mentira. Era el nuevo fuero del Trasiego. Ah, el cóndor llegó a la primera audiencia en micro.