La torre, la plaza y la libertad (a Quino)

Sí, no, es que después de lo de Etchevehere en Entre Ríos el asunto se puso de moda, ¿vio?». Estévez es de esas personas que empiezan un comentario con «sí, no…» y desacomoda al interlocutor. En realidad estaba ansioso porque la inmobiliaria -también administradora de consorcios- por fin volvía a trabajar después de la larga cuarentena. Y se puso nervioso por la situación confusa. «Siiiiiii, todos los canales en cadena desde el campo. ¡Qué exageración! ¡Al final le dieron letra a Grabois! ¡Todos hablaron de lo que quería él!», respondió Esther, mandada a hacer para opinar sobre lo que vio en la tele. «Y por qué desalojan a la plaza?», preguntó como quien no quiere la cosa. «Por falta de pago. ¿No ve el cartel, señora?», medio se enojó el agente inmobiliario (por fuera; en su interior había empezado la broma). «Seré curiosa. ¿Y cómo pagaba la plaza?», ahí fue Esther de nuevo, ya medio Susanita. «Con libertad», picó enseguida el anzuelo Estévez cual Mafalda y viento en popa. «Por la cuarentena nos dejó de pagar hace rato», agregó. «¿Y la plaza es de la torre?», inquirió la eventual compradora mirando de reojo el cartel. «Claro, del condominio», informó Estévez. «¿Y los otros del cartel? Perdón la curiosidad». Esther estaba intrigadísima. «El de la actora es el portero. Y los de la plaza, los perros y gatos vagabundos. ¿No ve el cartel? Dice ‘Plaza, Otros’. La coma reemplaza al verbo. La plaza ya era de ellos, de los perros y los gatos». Ahí cayó Susanita, o eso fingió. «Aaah… Pero hay una cosa que no entiendo. ¿Está en venta?». Estévez se tomó su tiempo, prendió un pucho, contuvo de nuevo la risa y volvió en modo Mafalda. «¿Qué cosa? ¿La libertad? No. Aquí no». A Quino.