Llegó a Ezeiza, vieron el pasaporte y marche presa

Todavía ella no lo tiene claro. Es decir, si era por las zapatillas rotas, la musculosa con un par de agujeros y el jean desflecado en las rodillas o porque malinterpretaron lo que decía en su pasaporte, también medio maltrecho. El asunto es que Rea no sólo estaba media rea sino que también era Rea. Es Rea. Así se llama. Había quedado varada en Vanuatu cuando llegó la cuarentena y allí quedó, como una vanuatana más, hasta que un buen día pudo volver a Buenos Aires con sus amigos. Cuando miró el nombre y apellido de la empleada de Migraciones, en el pin que prendía de su camisa, no lo podía creer: Piedad Andrajosa. Parecía un chiste. Empezaron a discutir, es cierto. Tenían diferencias. Lo dice la carátula. Pero de ahí a llevársela presa y estigmatizarla por su apellido hay una gran distancia. Los pocos días que estuvo en la cárcel la llamaban por su nombre, obvio. Allí era una rea más. Pero al salir de prisión flor de juicio le hizo a Migraciones.