Que la paz sea contigo, conmigo ¿y con nosotros?

Nadie pensó entre sus compañeros de trabajo que sería él quien lo hiciera cuando llegara el día. Se suponía que trabajaba en el lugar adecuado. Lo habían recibido con los brazos abiertos. Y hasta lo cargaban. Le decían que era un océano de bondad que se fundía en un abrazo con la casa de estudios religiosa y otras pavadas similares. Pero el destino, caro amigo, suele ser cruel e ingrato. Y a veces, la paz es nada más que el nombre de una ciudad. Eso sí, una vez decidido a entablar la demanda y de ir al campo de batalla de los tribunales, el amigo Pacífico no se anduvo con chiquitas. Puso como abogado al Dr. Guerra.