Comodoro Py y los sátrapas, o los barbijos porteños

Para quienes sostienen con bastante razón que Comodoro Py es un fagocitador de causas para acumular poder y hacer lo que se le canta y así tener sometido a los políticos, sobre todo al kirchnerismo, como dicen desde sus más altas esferas, pero a la vez sin defender a sátrapas y entenados, que los hay como en todos lados -dicho todo esto previo bajo exclusiva responsabilidad de este escriba-, la Justicia federal confirmó este jueves que no es competente para investigar una denuncia por presunta corrupción en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por la compra de barbijos para combatir al coronavirus porque ello corresponde al propio sistema judicial penal porteño. Esta vez no hubo fagocitadores ni angurrientos de poder.

La noticia dura -la última parte del párrafo precedente- surge del listado de fallos dictados este jueves publicado por el Centro de Información Judicial (CIJ) y viene a desmitificar también el asunto de que los tribunales están parados por la pandemia. Se trata de una cuestión por fuera de las previstas a tratar en una feria -porque no refiere a un preso que pide su libertad ni a un amparo ni a algo inminente- e indica que el camarista Martín Irurzun confirmó lo dispuesto por el juez de instrucción Rodolfo Canicoba Corral, justamente uno de los magistrados más antiguos y sospechados de Comodoro Py, tanto como para ganarse un apodo poco honroso basado en su primer apellido y en boca de todos, aun los ajenos al edificio.

La palabra «sátrapa», según el diccionario online de la Real Academia Española (www.rae.es), proviene sucesivamente del latín, el griego y el avéstico (un dialecto de la antigua Persia) y significa «protector del dominio», por lo que descubro, no de casualidad al parecer, luego de elegir naturalmente el término. Nada más adecuado para describir el «lado malo» de Comodoro Py, pero que en este caso no aplica. La acepción actual quiere decir, según RAE: «persona que gobierna despótica y arbitrariamente y que hace ostentación de su poder». También cuadra para la generalización de los tribunales más famosos del país aunque esta noticia lo desmienta.

La denuncia de Mariano Alonso Maneiro, un abogado y empresario que importa barbijos, según lo describió la agencia Telam, era apetecible para ejercer poder desde los tribunales de Retiro pero los federales decidieron desprendérsela y sumarla por conexidad a la investigación que llevaba adelante desde antes el fiscal porteño Maximiliano Vence, con intervención del juzgado 28 en lo Contravencional, Penal y de Faltas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Se trata de la compra directa de 15 mil barbijos a 3 mil pesos cada uno de ellos. Y uno de los denunciados es el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, un presidenciable para 2023.

«Comparto la posición de la fiscalía y el juez: con los datos objetivos con que se cuenta respecto de los hechos –vinculados a contrataciones y compras supuestamente fraudulentas de elementos sanitarios, realizadas en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires por funcionarios públicos de aquella-, no se observa, de momento, la afectación de algún interés federal que motive la intervención de este fuero de excepción», dijo Irurzun en la resolución.

«Siendo eso así, corresponderá que sea la justicia penal local –que por cierto previno sobre la base de una denuncia análoga anteriormente radicada- la que deba en principio conocer en la investigación de las maniobras, sin perjuicio que, de constatarse algún extremo que modifique el panorama actual (como las hipótesis de supuestos todavía potenciales que desarrolló el pretenso querellante al apelar e informar ante la Alzada), pueda resultar viable una revisión sobre la competencia material», añadió el camarista.

El Gobierno de la Ciudad aclaró poco más de un mes atrás que no se llegó a pagar el monto contratado por la compra de los barbijos y que para facilitar la investigación penal se le aceptó la renuncia al subsecretario de Administración del Sistema de Salud que intervino en la operación, Nicolás Montovio.