Levántate, Lázaro, y… ¡juéguenlo a la quiniela!

El 12, conocido como «el soldado», salió anoche por duplicado, como Báez de la cárcel.

Cuatro años, cinco meses y cinco días (455). Ese es el tiempo que estuvo preso Lázaro Báez sin condena y de manera preventiva. Más del doble que lo permitido por la ley para casos normales. Menos del doble para los complejos pero igualmente sobrepasado. Mil cuatrocientas doce son las propiedades a su nombre o los de sus empresas -o lo que quedan de ellas- en cualquiera de las cuales pudo haber pasado su primera noche fuera de la cárcel de Ezeiza tras el largo encierro (1412). El 55 salió anoche en la quiniela de Montevideo. 855. Y el 12, en las de Santa Fe y Provincia. 512 y 312. No fueron las tres cifras (412) pero al menos los ambos en tres de las cuatro principales quinielas más jugadas en el país. Pero -aquí el principal dato y por qué del título y la fotografía- lectores neófitos en la materia, atención: el 12 significa «el soldado». Sí. Y salió por duplicado, como Báez de la cárcel.

El «zar del juego» no era Lázaro, el súbito empresario constructor de obra pública, sino Cristóbal López, el de los casinos que funcionan en cuarentena en cualquier lugar del país. Decían una década atrás que no se querían nada, si es que se aceptan las dos negativas. Los dos competían por el rótulo de «testaferro favorito» en las denuncias de Elisa Carrió y otros legisladores. Y el empresario «de siempre» de la poderosa Comodoro Rivadavia no quería saber nada con el «advenedizo» bancario de la lejana y casi austral Río Gallegos. De nuevo dos negativas. ¿Tiene número Judas en la quiniela? Negativo. Si se quiere, en tren de buscar números para apostar, podría llegar a ser el 25, «la gallina», que anoche salió en la de la Ciudad, ex Nacional.

De la Patagonia a Puerto Madero

Báez y López terminaron los dos en la cárcel. Y tienen más de un juicio en común. Los une la sospecha y acusación de haber lavado activos a través del alquiler de propiedades de la familia de la ahora vicepresidenta de la Nación y entonces presidenta Cristina Fernández, la viuda de Néstor Kirchner, el gobernador patagónico mas luego arribado al poder de la Plaza de Mayo antes que ella. Desde hoteles en El Calafate y casas en Río Gallegos hasta costosos departamentos de Puerto Madero. Dicen que en la cárcel se amigaron y que ello los habría llevado a unirse para acabar con un enemigo común: ¿la justicia? Y que así empezó lo del lawfare, el operativo Puf, los espías de todos los colores y bandos que hacen de las suyas y va la pregunta de nuevo ¿la justicia? ¿Cuál justicia?

Ni uno ni otro admitió vínculo espurio alguno con los gobernantes a los que conocían desde sus tiempos patagónicos cuando comenzaron sus «negocios» en el caso de Báez y se afianzaron los de López. Pero el zar del juego pasó sólo un año y medio en dos períodos en prisión mientras que el otro de la construcción austral «se comió» tres años más, todo ininterrumpido. Más soldado que nadie Báez fue finalmente beneficiado con la prisión domiciliaria en una causa paralela a la principal por la que había sido detenido, en la que ya contaba con la excarcelación.

Los tres argumentos principales de la Cámara Federal de Casación Penal, con los votos de los jueces Mariano Borinsky y Javier Carbajo, fueron el largo encierro de Báez sin condena, sus riesgos de contagio del coronavirus Covid-19 en prisión por sus enfermedades preexistentes y el nuevo Código Procesal Penal con aplicación parcial en todo el territorio nacional, al menos en lo que tiene que ver con la morigeración de las penas y la postura del Ministerio Público Fiscal en el marco de un sistema acusatorio. Los fiscales habían consentido su salida de prisión en todas las instancias.

Lo que casi no se dijo en estos días -durante las escenas de vecinos de un country impidiendo el ingreso del vehículo que lo llevaba a cumplir allí su prisión domiciliaria avalada por la ley- fue que de no haber existido la pandemia Báez ya estaría condenado y con muchísimas menos chances de una prisión domiciliaria. El tribunal que lo juzga por la llamada «ruta del dinero K» tenía previsto concluir el juicio tras el primer semestre de 2020 con una probable condena cercana al máximo de la pena que lo mantendría tras las rejas muchos años más. En una de sus casas, fuere cual fuere (¿la de Pinamar, quizás) y hasta que la eventual condena quede firme su salida de la cárcel tiene todo el aspecto de un camino sin retorno. Vaya paradoja para la «ruta del dinero K». La resurrección. Hoy, todo al 33, Cristo. Anotado, diría el fallecido narcotraficante Pablo Escobar desde un emoji en el whatsapp del celular.