Veni, vidi ¿vici?

Ya que hoy día todo es cortito, rápido y sintético, ¿qué mejor que reducir en un emoji del whatsapp lo que fue el histórico inicio del primer juicio oral por un caso de supuesta corrupción a un presidente que dejó de serlo hace menos de cuatro años y puede volver a serlo en poco tiempo tras el mandato de su sucesor a partir de su postulación a vicepresidente para el próximo período?

Esa fue mi sensación tras la cobertura del primer día del primer juicio que se le sigue a la ex primera dama y luego presidenta Cristina Fernández, ubicada en la última fila de la docena de acusados pese a ser el primero o la primera de ellos. La jefa de la banda, según la acusación fiscal este martes leída en su primera parte. «Vine, vi, ¿vencí?«, tradúcese del latín el viejo dicho puesto en el título con el añadido del símbolo de pregunta en el último verbo. Al menos otras tres jornadas quedan los lunes que vienen hasta terminar con esta etapa, en la que ella estará obligada a concurrir a no ser que justifique su ausencia y el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2 (TOCF2) lo permita.   

Me refiero al emoji ese que usamos en el whatsapp para decir que estamos de acuerdo con algo o que iremos a algún lado. El del que levanta el brazo para decir que sí. Ella lo hacía, a su modo, desde la última fila de la clase, como si de un colegio se tratara, me pareció. Aunque la mayoría de las veces miraba encorvada su celular, como lo hacemos todos los que tenemos problemas en la visión, según la imagen que reflejaba la transmisión del Centro de Información Judicial (CIJ), aún dentro mismo de la principal sala de audiencias de Comodoro Py 2002 poblada entre el público por funcionarios y ex funcionarios kirchneristas.  

Creo que hace falta decir sí en la Argentina y estoy harto de los que dicen no. Triste, pero eso me ha llevado a cerrar puertas con amigos aunque nunca las dé por cerradas. Creo que es lo que llaman «la grieta«. «Sí» es haber ido al juicio, como siempre lo hizo la ex presidenta ante cada cita de la Justicia, pero «no» es no haberle dado bolilla al tener que escuchar de qué se la acusa. Que de eso se trata, mujé, esta instancia penal, más allá del trabajo de sus abogados y más áun desde su rol en la historia. Que por eso estaba allí obligada, joder. Y más allá de lo que hubiera resuelto y re-resuelto la Corte los días previos con sus irresueltas interpretaciones políticas y las puertas que dejó abiertas con su decisión.

Pienso humildemente que Cristina ahondó la grieta al no darle bola al juicio que se le sigue -pese a estar allí presente- y la importancia institucional que ello implica. Muy distinto fue, por ejemplo, lo de otro ex presidente, Fernando de la Rúa, en otro juicio que también seguí y terminó en la nada por las supuestas coimas del Senado que jamás se probaron en la Justicia. Podrán decir que soy aburrido, como mofaban a De la Rúa. Pero ante esta instancia prefiero ello. Y si no, que «viva la joda». Miramos el celular como mis alumnos universitarios y no le damos bola al profe. Así estamos. Aquí el profe son tres jueces por ella designados para administrar justicia y a ella le toca ahora estar allí, en el banquillo de los acusados, aunque sea al final de la clase.

Pueden decir ella y sus seguidores -a los que muchos considero fanáticos, con lo que esa palabra implica, como los «barrabravas» del fútbol- que es un juicio injusto. Pero no es así porque es un juicio en el que tuvo todas las de la ley y con mayoría de jueces designados durante los doce años de gobiernos kirchneristas. Y si hay algo impropio o injusto allí estará la Justicia para remediarlo. Si no creemos en la Justicia que en buena parte ella misma moldeó tras ocho años de gobierno propio más otros cuatro de su fallecido marido Néstor, ¿qué nos queda? ¿La «democratización de la Justicia» que la propia Justicia anuló al inicio de su segundo mandato y cuando íbamos por todo? ¿La reforma constitucional que sus adherentes proponen para derogar la propia Justicia en un eventual futuro cuarto gobierno?

Si esos jueces que ella misma designó y que son dóciles al poder de turno, como esbozan y vociquean desde el redil amigo K, ¿por qué fueron entonces aprobados durante sus gobiernos? Ese argumento cae por sí solo. Lo mismo corre para los fiscales, aunque en este caso hayan sido puestos en funciones por otros gobiernos, si uno revisa rápidamente los nombres que intervienen en el caso de la llamada «causa Vialidad«, que de ello hablamos. Pero son los que la Constitución puso y allí están en nombre del pueblo para acusarla. Y si no son idóneos, a correrlos, como propone su compañero de fórmula Alberto Fernández, pero por las vías legales.

La imagen que queda es la de un presidente que dejó de serlo hace menos de cuatro años que pretende ser vicepresidente en menos de siete meses y que le daba más atención a su teléfono celular y las redes sociales antes que a la grave acusación que se le formulaba: jefa de una asociación ilícita dedicada a defraudar al Estado y lavar dinero a través de un «testaferro» detenido y devenido en empresario de la mano de su difunto marido al llegar al poder pero inimputable, éste último, por su inexistencia.

Lucio Fernández Moores

NdR1: ante alguna crítica por la utilización de la palabra redil en el penúltimo párrafo de esta nota, adosada a la K, en mayúscula, agrégase aquí debajo lo que dice la Real Academia Española (https://dle.rae.es/?id=VYgalca) respecto de la primera y recuérdase que esa letra es usada como símbolo por los propios seguidores kirchneristas, más allá de la connotación despectiva que algunos medios y periodistas le hayan dado durante los últimos años. No fue en este caso esa la intención.

Redil

  1. Aprisco cercado
  2. Situación de quien continúa en un lugar o estado, o bien regresa a él. Volver al redil

(Las últimas opciones de la segunda acepción bien podrían aplicarse para el núcleo duro del voto kirchnerista o bien para el que se intenta seducir por amores antiguos).

Aprisco

Paraje donde los pastores recogen el ganado para resguardarlo de la intemperie.

Apriscar

Recoger el ganado en el aprisco.

Del lat. vulg. *appressicāre, der. de appressus, part. pas. de apprimĕre ‘apretar’.