Alberto Fernández, entre Cristina Kirchner y don Raúl

A la mañana descalificó al juez del caso Vicentin, pero luego apeló a Alfonsín.
Fotomontaje: Neus van der Javo

Algunos lo llaman «errores no forzados», quizás para comparar, para bien o para mal, con los del gobierno de su antecesor, Mauricio Macri. Pero uno se pregunta si no es deliberado. Tras el fallo contrario del viernes del juez del caso de la empresa Vicentin, el presidente Alberto Fernández avaló una fórmula que retiraba del juego la palabra tan maldita –expropiación– y atemperaba los ánimos. Pero a la mañana siguiente desayunaba con una larguísima entrevista con la radio y el periodista quizás más identificados con el kirchnerismo en la que prácticamente incitaba al «banderazo» que se haría horas más tarde contra la actuación del Gobierno en este tema, al tenor de sus dichos. Tras la protesta -no tan masiva como se la presentó, al parecer de este cronista en cuarentena y por TV, aunque aún importante- envió un tuit casi modo neutro con un discurso de Raúl Alfonsín. ¿Con cuál presidente quedarse?

La única respuesta que este escriba encuentra a tales vaivenes -a la luz de los movimientos públicos previos dentro de la coalición peronista gobernante desde el inicio del caso Vicentin- es que el Presidente no comparte el afán kirchnerista por la sexta empresa -y primera de capitales locales- en la exportación de oleaginosas, la fuente de los dólares tan escasos. Y, mal pensado, como todo periodista, uno puede preguntarse si los movimientos presidenciales no conducen a dejar mal parada a su vicepresidenta y que ella cargue con el costo político de la aventura en el campo de la «oligarquía». Pero igual: ¿qué le hace una mancha más al tigre si ya tiene los votos entre todos los animales de la selva?

La única otra respuesta posible pero que este escriba se empecina en descartar -quizás erróneamente- es la de un acuerdo de partes parecido al del «policía bueno y policía malo». El malo, obviamente, vendría a ser la viuda de Kirchner y su «abominable proyecto de expropiación», como si del hombre de las nieves se tratara, justo ella, acostumbrada al frío blanco de la Patagonia austral. Pero el policía bueno, o sea Alberto, no pareció serlo para los manifestantes de ayer, que blandían pancartas y cánticos negativos por igual para él y para ella. Si es así, amén de que el juego no es nuevo, queda preguntarse: ¿qué rédito político saca de ello el Presidente?

Se sabe. Ambos Fernández son abogados. Pero la experiencia en el ejercicio de la profesión es verificable en el caso de Alberto y no tanto así en el de Cristina, de quien incluso se llegó a dudar de la existencia de su título universitario. Es más, Alberto es hijo de un juez y comenzó a formarse políticamente en los tribunales, donde no sólo trabajó de joven sino que confraternizó con quienes hoy conforman su núcleo íntimo político más añejo, como el embajador ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), Jorge Argüello, y el diputado Eduardo Valdés. Cristina probablemente visitó más veces los tribunales como imputada en una causa penal que como abogada en ejercicio profesional, al menos en la ciudad de Buenos Aires. Por eso cuesta entender algunos de los movimientos públicos del abogado presidente en este tema. ¿Errores no forzados?

También se sabe, o al menos fue un tema recurrente al inicio de este renovado espacio. El karma del nuevo gobierno, aún no electo en aquel momento de hace poco más de un año, es justamente tener como vicepresidente a una persona con múltiples procesos penales y en medio de un juicio oral en marcha por un caso de corrupción. Nunca visto. Aún así el electorado prefirió al «abogado bueno» y la «corrupta mala» ante la chance de reelegir a quienes fracasaron en materia económica, un detalle no menor si de gobernar un país con la mitad de su población en la pobreza se trata.

Yendo a los hechos que llaman la atención y motivan este texto, el mensaje del Presidente en su cuenta de Twitter coronó de forma menos belicosa que la matinal, pero de interpretación ambigua, dos días de subibaja en torno a Vicentin, la mina de oro de 4 mil millones de dólares anuales en concurso de acreedores por una deuda de más de US$ 1.500 millones.

En el video, Alfonsín cuenta la historia de un hombre a punto de fallecer en la nieve que decide seguir caminando «apelando a la idea de no fallar a los que creían en él». Pero el remate del cuento insta a seguir «marchando», justo unas horas después de las marchas en defensa de Vicentin. La marcha a la que aludió Alfonsín era para «afianzar la democracia con contenido social».

Por la mañana, el Presidente había sido totalmente confrontativo y belicoso, con descalificaciones al juez que el día anterior había fallado en contra de Gobierno en el concurso de Vicentin. Llegó a intimarlo y a decir que si no aprobaba el pedido de intervención judicial realizado por la Inspección General de Personas Jurídicas (IGPJ) santafesina se vendría la expropiación porque si no la empresa iría indefectiblemente a la quiebra. Fue en una entrevista por la FM El Destape con el periodista Roberto Navarro.

Fueron 40 minutos al cabo de los cuales, curiosamente, quien dijo «gracias por su tiempo» fue el propio Presidente y no el periodista. Sonó raro. Las palabras presidenciales pudieron haber sido tomadas como una provocación por quienes aún dudaban de protestar por la tarde en medio de la cuarentena y la lluvia. Sobre todo para quienes se habían acostado con la idea de que no habría expropiación. ¿A quién beneficiaba o perjudicaba más gente en las calles y las rutas contra el Gobierno? Los análisis habituales en los medios más importantes reiteraban la hipótesis de que «quien gobierna» es Cristina. Pero otra lectura, de ser cierto que la vicepresidenta haya reprendido al presidente por encaminar la noche anterior a una solución sin expropiación, bien podría ser que él luego le dijera a ella: «¿Ves? Hice lo que querías y así nos fue», por el endurecimiento de su discurso y las protestas posteriores.

Sonó exagerado e inusual el presidente en el rol del policía malo, como las otras veces que lo hizo ya en el mando y tras las promesas de campaña. Si los tribunales no estuvieran casi cerrados, sus dichos seguramente acumularían mañana al menos media decena de denuncias en Comodoro Py. Habló de un juicio en trámite y cuestionó duramente al juez que había repuesto al directorio de Vicentin y sacado a los interventores por él designados. Sus palabras abonaron la hipótesis de la existencia de un virtual conflicto de poderes, en este caso el Ejecutivo nacional con el Judicial de Santa Fe, otra tela que dio para cortar a políticos y abogados constitucionalistas.

La pelota, al igual que al inicio, está en el juzgado 2 en lo civil y comercial de Reconquista. Lo primero es ver si el juez Fabián Lorenzini acepta como parte a la IGPJ santafesina y, en caso afirmativo, su pedido de intervención en base a la ley de sociedades. Los argumentos son casi los mismos del decreto 522/2020 del PEN. Incluso los interventores propuestos. La discusión pasa por la administración de la firma. Y el primer round ya lo ganó Vicentin.