Cuando el agua llega a Alejandro

Alejandro estaba arreglando el motor de la bomba de agua, dedujo que el problema era el flotante y allí se metió él en Sisterna. Pedidos varios le permitieron hacerse previamente de la escalera respectiva para tal menester, para nada menudo por cierto. La de diez metros alcanzó justo. La plegable que ya le había prestado alguna vez el vecino de la esquina. No vació el tanque un poco por olvidadizo y otro poco porque no lo creía necesario para su limitado razonamiento o previsión. Después se daría cuenta que fue acertado. El asunto es que terminó dentro del tanque y con la escalera caída por fuera. Cayó como aquella vez en el Río Uruguay cuando acompañó a Gabriel a pescar. Hacia el vacío. Y como aquella vez volvió del abismo a la línea de flotación. Emerger. Pero allí quedó. Por horas. Le daba vergüenza la situación y sus manos se aferraban al borde del tanque como las del piloto de camión al volante. Sus demorados gritos desesperados llevaron a los vecinos, éstos a los bomberos y éstos a una escalera más apta salvadora. Intervino la Policía. Y Sisterna no zafó del juicio. Fue todo un secuestro extorsivo. Sisterna sólo y solo le exigía un nuevo flotante automático que hiciera más apacible su vida.

NdR: no se me enoje, Alejandro. Leí el fallo y sucintamente el caso. Sus captores seguirán presos hasta que termine el juicio. Pero usted sabe, y si no, aquí lo notificamos: este es un espacio de humor a partir de carátulas.

NdR2: Alejandro fue secuestrado tres años atrás en el Oeste del Gran Buenos Aires y sus captores cobraron 5 mil pesos por su rescate más 1.200 que le birlaron a él.