Cristina en el banquillo de los acusados: día 2

En una audiencia más relajada que la anterior aunque casi con el mismo nivel de desatención que aquella vez la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner atravesó este lunes la segunda jornada ante los jueces que deberán determinar si es culpable o inocente de los cargos que se le endilgan en torno a quien está sospechado de haber sido «el testaferro» familiar, el detenido ex empleado bancario Lázaro Báez, y los millonarios contratos de obra pública vial a sus empresas otorgados durante una década en la provincia de Santa Cruz.

«No es que no le importe sino al revés, que le preocupa«, dijo una veterana fuente de Comodoro Py con años de juicios orales sobre sus ojos, oídos y espaldas y en referencia a la actitud de la ex presidenta. Desde su entorno dicen que el mes que viene, o cuando toque la fecha, aceptará la chance de declarar, lo que no hizo en la instrucción de la causa sino sólo a través de escritos. Quizás para una arenga de tribuna electoral, aunque seguro sin responder preguntas. Y aunque no quería, porque así lo había pedido el viernes, pero sin poder justificar actividad parlamentaria alguna que la eximiera de ello, tuvo que volver a decir «presente» en la sala de audiencias, como lo indica el emoji que ilustra esta nota.

Así como sucedió en la previa de la semana pasada en su malquerido debut en el banquillo de los acusados, la cita judicial estuvo precedida de elementos supuestamente ajenos al juicio aunque íntimamente ligados a él y la campaña electoral en curso. Desde la difusión de escuchas telefónicas que comprometen a su entorno en el inicio de una nueva temporada del programa Periodismo Para Todos (PPT) conducido por el periodista Jorge Lanata el día previo en la llamada «contracausa» de los «cuadernos» tramitada en Dolores hasta la inauguración del «Paseo del Bajo» por parte de su sucesor en la Presidencia, Mauricio Macri, casi al mismo tiempo que ella atravesaba esa obra para llegar a los tribunales de Comodoro Py 2002. Se supone que ambos serán los grandes contendientes de la elección presidencial de este año, o al menos eso parece ser lo que ellos quieren. Dos semanas atrás había sido lo de la inesperada decisión de la Corte Suprema de poner en riesgo el inicio del juicio. Todo en el marco de la definición de candidaturas y alianzas para definir el próximo mapa político del país.

«Basta de obras que empiezan y nunca terminan», dijo Macri. «Esto no es relato, es real», añadió junto al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, desde la nueva «trinchera» que atraviesa los accesos norte y sur a la ciudad bajo la modernidad y obscenidad de Puerto Madero, el barrio favorito de varios kirchneristas como el flamante precandidato presidencial Alberto Fernández. Obvia alusión, la del discurso de Macri, a las obras inconclusas de Báez juzgadas en este juicio y al discurso kirchnerista sobre sus años en el poder.

Báez recibió en estos días una noticia en principio desfavorable para él desde otro edificio judicial, e incluso para la ex presidenta. La jueza en lo Comercial María José Gigy Traynor resolvió retrotraer al 13 de agosto de 2013 la fecha de cesación de pagos de Austral Construcciones en el marco de la quiebra de la empresa insigne del ex bancario, creada apenas pocos días antes del desembarco de su amigo Néstor Kirchner en la Casa Rosada. Ello confirmaría su argumento de que su negocio empezó a decaer con Cristina en el poder, pese a que se le pagó todo como a ningún otro contratista del Estado antes del fin de ciclo y a que durante el primer mandato de su consorte de causa las cosas siguieron como cuando Néstor estaba vivo. Pero, a la vez, la decisión judicial podría tornar nulas operaciones realizadas tras esa fecha. Por la noche, el canal TN revelaría una escucha telefónica, sin difundir el audio ni la transcripción, en la que habría afirmado: «Todo lo que tuve es de una sola persona que está arriba«, en supuesta referencia al difunto Kirchner desde el cielo, según interpretó cierta parte de la prensa, aunque esa frase bien podría significar una alusión al mismísimo Dios, el de la Biblia y la religión. Desconócese, al menos este periodista, si la prolongada prisión de Báez derivó en algún replanteo religioso o místico en su vida, bastante afortunada durante los gobiernos de los Kirchner.

No había esta vez militancia ajena a la dirigencia, quizás desprevenida por su inicial intención de no acudir a la segunda jornada del juicio, aunque sí adherentes calificados, como también había ocurrido aquella vez. Pero en esta ocasión quienes se sentaron detrás de ella y del blindex que separa al público de los acusados, además de legisladores, mandato en curso y mandato cumplido, y sindicalistas, no eran referentes históricos de la lucha por los derechos humanos sino representantes del mundo artístico, otro de los lugares en los que supo captar adhesiones el kirchnerismo para lograr afincarse durante más de doce años de gobierno en la Casa Rosada y la quinta de Olivos. La cantante Teresa Parodi y la actriz Luisa Kuliok estaban en el lugar indicado para las tomas de la cámara del Centro de Información Judicial (CIJ).

Cristina fue puntual y la primera en irse al cabo de la segunda jornada de la tediosa lectura de la acusación que el fiscal Diego Luciani propuso abreviar y a lo que se opuso la defensa de Carlos Santiago Kirchner, el primo del fallecido presidente que trabajaba en el Ministerio de Planificación junto a Julio de Vido. El otrora poderoso ministro lucía el mismo modelo de campera que el otro recluso famoso del kirchnerismo sentado a su lado, Báez. La del primero de color rojo, la del otro, gris. Tres filas detrás, y sin haberlos saludado, Cristina volvía a mirar su celular mientras se leían los graves cargos, como así también a dialogar con su abogado defensor, Carlos Alberto Beraldi, a veces con las manos que tapaban las bocas, como los futbolistas que evitan la lectura de labios en las transmisiones televisivas. También aprovechó para leer la última versión papel de la revista Contraeditorial. ¿El título de tapa?: «Cambio de ciclo».

Si de papeles se habla, dos filas delante lucía solo y a la vista de la prensa desde la tribuna superior un ejemplar de su reciente y exitosa «obra literaria», llamada «Sinceramente«. Lo había dejado allí posado Federico Paruolo, el abogado defensor del ex titular de Vialidad Nacional Nelson Periotti, con quien Cristina departió amablemente en el cuarto intermedio que tuvo la audiencia casi al llegar al mediodía. De Vido hizo lo propio con el ex mandamás de la agencia estatal de noticias, Télam, Martín García, mientras que el ex subsecretario de Vivienda Abel Fatala fue el más locuaz de la docena de imputados.

El tramo de la acusación de los fiscales Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques leído este lunes justamente tuvo que ver con la valoración de las pruebas ya mencionadas previamente en contra de los acusados. Y allí se habló del «traslado» de la presunta matriz corrupta nacida en la provincia de Santa Cruz al gobierno nacional asumido por el kirchnerismo el 25 de mayo de 2003. Al igual que De Vido y el ex secretario de Obras Públicas José López, también detenido y a la espera de una próxima casi segura condena por enriquecimiento ilícito a raíz de los bolsos con casi 9 millones de dólares que revoleó de madrugada en un convento, Periotti fue funcionario en la provincia patagónica antes de acompañar de principio a fin las sucesivas gestiones kirchneristas en la administración pública nacional.

Fue el tramo para fundamentar por qué se acusa a la ex presidenta, Báez y sus colaboradores en la función pública de «asociación ilícita«, el mismo delito por el que los había denunciado la diputada Elisa Carrió once años atrás, en 2008, expediente al que se adosó la denuncia formulada por la nueva administración macrista a los cinco meses de llegada al poder y ahora en etapa de juicio. Una asociación ilícita creada para defraudar al Estado, según la acusación fiscal. Y para beneficiar a un amigo, y socio comercial, llamado Lázaro Báez y juzgado junto con sus hijos por presunto lavado de dinero en otro debate llevado adelante por otro tribunal oral en otro juicio aunque íntimamente ligado a éste.

Lucio Fernández Moores

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