La muerte de Diego Maradona y sus conquistas ante los ingleses en el Mundial 86.
Si la definición de la palabra justicia es dar a cada quien lo que le corresponde, eso hizo Maradona con sus dos goles a Inglaterra en el Mundial de México 1986, podremos pensar muchos habida cuenta de la guerra que cuatro años antes habían tenido ambos países por las Islas Malvinas y con el resultado conocido. O, mejor dicho, si la reparación de una culpa es compensarla automáticamente con algo mejor, diremos también otros, eso fue lo de Maradona en el estadio Azteca en un mismo partido. Una síntesis argentina. Maradona era como una probation. Tenía siempre el juicio suspendido a prueba. Y el juicio final llegó. No hablo del religioso, claro está, sino el juicio de la vida o la muerte.
La trampa del gol con la mano primero y la poesía deportiva de eludir medio equipo rival con la gracia de un bailarín después. No hubo dudas en la injusticia del primero pero tampoco -y con creces- en la justicia del segundo. Siempre con la pelota como guía, su juguete de niño pobre. Sus rivales protestaban con justicia tras el gol con la mano tramposa convalidado porque no había VAR y después estaban casi arrodillados ante el rey del cual ellos no se suponían súbditos. Ya sé, no soy original, pero Maradona o lo que él significa para los argentinos quizás pueda reducirse a ese partido con Inglaterra. A esa probation rápidamente cumplida. Vaya paradoja, o no, la figura de la probation viene del derecho anglosajón.
¿Habrá probabilidad estadística de Maradonas de hoy criándose en hogares más pobres que hace medio siglo? «No sé si alguna vez volveremos a tener otro Diego», dijo el presidente Alberto Fernández a las pocas horas de la muerte del 10, como él firmaba en sus autógrafos. Seguramente lo expresó en todos los sentidos. No solo en el del Diego deportista atleta generoso con el equipo, el que mayoritariamente eligieron sus compañeros del fútbol al recordarlo este miércoles, sino también en el del Diego con opiniones, actitudes y gestos políticos. ¿Habrá otro Maradona? Seguramente no, al menos con ese coctel de deportista, persona famosa y ser humano.
Justicia y justicia
Este pequeño blog versa sobre Justicia con mayúscula, la de los temas judiciales, la institución, el tercer poder del Estado olvidado en la consideración pública y la política vapuleado pero también a veces arbitrario y con el arbitrio que nuestras leyes conceden a los jueces, a veces salidos de cauce y tan erráticos como los justiciables. Por suerte son pocos los malos y mayoría los buenos. Y por suerte hay soluciones institucionales para ello. Hablo de los jueces. Pero tímidos y burócratas muchos de ellos, para mi gusto. Hablo de los jueces.
Y también tiene este espacio el foco puesto en la justicia con minúscula, como sustantivo, no como institución. «Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece», dice el diccionario de la Real Academia en su primera acepción. La segunda añade «razón, derecho, equidad». Y la cuarta tira «aquello que debe hacerse según derecho o razón». Y agrega inmediatamente como ejemplo: «pido justicia», así en letras cursivas. Quizás Maradona tuvo una voz interior -moral, le dicen- que lo obligó a reparar el daño y la injusticia del gol con la mano.
Ser o no ser… arquero
A mi humilde y leal saber y entender de periodista no jurisconsulto razono que Maradona fue el propio juez de su injusticia y la corrigió. Hizo el gol con la «mano de Dios» y al rato se rectificó haciendo el gol en el que dejó a medio equipo rival tendido en el pasto a pura gambeta y con un final de suspenso y obra de los distintos: también eludió al arquero. Acá sí lo dice el jurisconsulto Lucio por su obra «Ser o no ser… arquero», ja, libro de entrevistas a goleros argentinos históricos.
Justicia pura. Esto sí que sería justicia por mano propia, ja. Bien entendida, claro. Una breve probation en un mismo partido de fútbol. Pero un largo juicio suspendido a prueba en la vida por su fama y sus costumbres. Si hasta los drones lo azotaron en sus últimos días de vida. El precio de la fama. Y pensar que murió dormido, sin darse cuenta, casi tanto como lo que provocaba. Si hasta el juez natural de «su acto de vida» -el que convalidó el gol con la mano- le dijo «mil veces bravo» al terminar el partido con los ingleses en México. Sí, el árbitro tunecino Ali Bennaceur.
Otra fue la historía de Maradona con la Justicia, con la jota mayúscula. Y lo será con él aún muerto, por su sucesión y su extensa familia, no tanto por las causas de su muerte, sospecho. Desde los balines de la quinta de Moreno, el polémico y dudoso amparo concedido por el también fallecido juez Claudio Bonadio que le permitió volver a jugar en Boca tras el doping del Mundial 1994 en los Estados Unidos, este mismo y famoso episodio con la asistente que lo acompañaba al control a la salida de la cancha en el torneo que parecía encaminado al título hasta las más recientes peleas judiciales y mediáticas con la madre de sus hijas y las propias Dalma y Giannina.
Pero no era esa la nota. Queríamos hablar de justicia, con minúscula. Ni siquiera de los pasos que ahora comenzaron a seguirse, autopsia incluida (¿cobertura por las dudas en San Isidro ante el documental de Netflix sobre el homicidio de María Marta García Belsunce?). Y esos minutos del partido ante los ingleses. Entre un gol y otro. Lindo título para superar al de los arqueros de hace casi 30 años, ja.